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29 feb 2016

LOS DIEZ MANDAMIENTOS PARA MI FAMILIA (Éxodo 20)

LOS DIEZ MANDAMIENTOS PARA MI FAMILIA (Éxodo 20)
NORMAS DE COMPORTAMIENTO Y BUEN FUNCIONAMIENTO EN CASA
 Primer mandamiento: “Yo soy Jehová tu Dios que te saqué de la servidumbre de Egipto; además de mí, no tendrás ningún otro dios”. Para crear un ambiente de gracia y verdad en nuestro hogar, tendremos como valor supremo y prioridad absoluta cultivar nuestra relación con Dios a través de la oración y la lectura de la Biblia. Nuestro compromiso diario es: cada uno mantendrá la disciplina de su devocional personal, papá y mamá oraran juntos y toda la familia celebrará el altar familiar. Además, cada hijo tendrá, por lo menos una hora semanal, de dedicación exclusiva por parte de sus padres para trabajar en su progreso espiritual, emocional, físico e intelectual (Mateo 6:33; Salmo 127; 128). ¡La familia que ora unida, permanece unida!
 Segundo mandamiento: “No te harás ninguna imagen para adorarla”. Rechazamos toda forma de idolatría; sabiendo que Dios la aborrece y que trae maldición sobre nosotros y nuestros descendientes. No pondremos a nada ni a nadie antes que Dios: Ni amigos, ni videojuegos, ordenador, pelis, televisión, Móvil… Nada ocupará mi tiempo o afecto por delante del Dios vivo y verdadero. Cumpliré la Ley de Dios obedeciendo sus dos grandes mandamientos: Amar a Dios y amar a mi prójimo como a mí mismo (Deuteronomio 6:4-5; Mateo 22:36-40).
 Tercer mandamiento: “No pronunciarás en vano el nombre de Jehová tu Dios, porque no dará por inocente Jehová al que tome su nombre en vano”. Toda nuestra vida recordaremos que apostatar, negar nuestra fe o blasfemar el nombre de Dios nos traerá graves consecuencias (Levítico 24:10-16 y 23). No tomaremos a la ligera a Dios o sus cosas sagradas: Su nombre y persona, su Palabra, el culto, la oración… No haremos vano y sin valor lo que es santo, ni trataremos como santo lo que es mundano. No daremos culto a nuestro cuerpo, belleza, dinero, inteligencia, fuerza. Todo lo usaremos para adorar al Dios vivo y verdadero (Romanos 12:1-2).
Cuarto mandamiento: “Apartarás el día séptimo para guardar reposo”. Seis días trabajaremos esforzada y diligentemente con alegría de corazón y como para el Señor, y consagraremos el séptimo día para el Señor: Para pasar más tiempo con él, para descansar y renovar fuerzas, y para disfrutar con la familia. En común acuerdo trabajaremos en un plan de actividades diarias, semanales, mensuales y anuales que traiga orden, paz y eficiencia en nuestro funcionamiento como familia; de manera que cada uno, desde el más pequeño hasta el más grande, sepa cuál es su lugar en la familia y cómo funcionar bien en su relación con los demás. Buscaremos un horario diario funcional, ágil y fácil de seguir. Este plan será una instrucción clara de los deberes de cada uno; así como de las consecuencias de la desobediencia y las recompensas por la obediencia.
Definiremos claramente el lugar de las siguientes áreas en nuestro calendario diario: Devoción, cuidado e higiene personal, alimentación sana y equilibrada, estudio y trabajo, deberes y tareas de casa, descanso, diversión, celebraciones. Junto al horario compartido, diseñaremos un plan de desarrollo personal para cada miembro de la familia, con el fin de proveer actividades que le permitan entrenar y formar sus dones y desarrollar a plenitud su llamado en Dios. Esto, con el fin de que cada uno y todos juntos lleguemos al destino que Dios tiene para nosotros y cumplamos con nuestro propósito en la vida. Todo lo que hagamos, lo haremos de corazón y como para el Señor (Colosenses 3:23).
Quinto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre”. Regiremos nuestras relaciones familiares por las directrices de Efesios 5:21 a 6:4. Nos esforzaremos para que en nuestro hogar reine el amor mutuo, el perdón redentor y la gracia que cubre multitud de faltas. Como padres, seremos consecuentes con nuestra autoridad: Instruyendo al máximo, dando órdenes claras y corrigiendo toda desobediencia. Como hijos, nos comprometemos a obedecer con inmediatez y a someternos a la disciplina y corrección de nuestros padres, sabiendo que es para nuestra protección y madurez. Respetaremos toda autoridad delegada por nuestros padres, en otros hermanos, en profesores, pastores, etc.
Sexto mandamiento: “No matarás”. Para obedecer este mandamiento, seguiremos las directrices de Mateo 5:21-26: Guardaré mi corazón de enojo, desprecio, amargura, odio, venganza, crítica, falta de perdón. No usaré  palabras groseras; sí usaré un lenguaje constructivo y apropiado, para dignificar y honrar a quien estoy hablando (Efesios 4:29). Todo esto, sabiendo que: La muerte y la vida están en poder de la lengua (Proverbios 18:21). Nos abstendremos de alimentar nuestra mente con la violencia de la Tele o los videojuegos. No usaremos de fuerza bruta en nuestro trato con los demás.
Séptimo mandamiento: “No cometerás adulterio”. Como padres, tomamos la firme decisión de no dejar la instrucción sobre la sexualidad de nuestros hijos a cargo de la escuela pública. Mucho menos, que sea Hollywood quien guíe su conducta en las relaciones sexuales. Asumimos nuestra responsabilidad como primeros instructores y vigías de esta y todas las demás áreas en la vida de nuestros hijos. Con la Biblia como norma suprema y con nuestro propio ejemplo, les instruiremos, corregiremos y aconsejaremos en cada etapa de su desarrollo físico y emocional. Como hijos, hacemos pacto con Dios que nos guardaremos vírgenes hasta el matrimonio. Guardaremos, no solo nuestro cuerpo, sino también nuestra mente y sentimientos, en santidad y castidad todos los días de nuestra vida.
Octavo mandamiento: “No hurtarás”. Renunciamos a toda pereza, “aburrimiento”, descontento, flojera, robo y explotación a otros. Trabajaremos esforzadamente para ganar con honradez nuestro dinero y sustento diario. No buscaremos enriquecernos ni poseer cosas ilícitamente; sabiendo que la piedad es la mayor ganancia y la satisfacción viene de estar contento y agradecido por lo que tengo (1 Timoteo 6:6). Seremos buenos administradores, no solo de nuestro dinero y posesiones, sino de nuestro tiempo y dones; sabiendo que de todo daremos cuenta a nuestro Amo celestial, quien nos da todas las cosas, y de quien recibiremos la recompensa en la tierra y en el cielo (Lucas 19:11-26). Seremos fieles mayordomos y daremos con alegría nuestros diezmos y ofrendas a la Casa de Dios (Malaquías 3:8); sabiendo que Dios ama al dador alegre (2 Corintios 9:7). Seremos generosos y haremos lo que esté a nuestro alcance para suplir las necesidades de los pobres a nuestro alrededor (Proverbios 19:17; 21:13). Seré fiel en lo poco que tengo, para que Dios me dé más, para invertir en su Reino (Mateo 25:14-30).
Noveno mandamiento: “No darás falso testimonio contra tu prójimo”. Renunciamos a la mentira, la hipocresía, el engaño y las medias verdades como estilo de vida. Cultivaremos en nuestro hogar un ambiente donde prevalezca la verdad dicha en amor (Efesios 4:15). No acusaremos falsamente a otros, para defendernos nosotros mismos. Nos abstendremos de juzgar y criticar inmisericordemente a otros; sabiendo que así como juzgamos, seremos juzgados (Mateo 7:1-5). Cultivaremos actitudes de bondad y de buenos modales para edificar y honrar al otro y a toda la familia. Responderé con amabilidad; pediré las cosas con un “por favor”; expresaré gratitud con un “gracias”; sabré escuchar, en vez de imponer mi opinión. En todo mostraré respeto a mis padres, hermanos; sabiendo que todos los seres humanos somos iguales y hemos sido creados a la imagen de Dios (Génesis 1:27).
Décimo mandamiento: “No codiciarás nada de tu prójimo”. Sabiendo que Dios mira hasta lo más íntimo del ser humano, renunciamos a albergar en nuestro corazón  envidia, celos, y ansias de tomar lo que es del otro. No solo nos abstendremos de tomarlo; sino, de desearlo. Nos esforzaremos por ejercer el dominio propio y el autogobierno. Buscaremos cultivar un ambiente de gracia y verdad, no solo en nuestro hogar, sino en nuestro corazón (Juan 1:14). Sobre todas las cosas guardadas, guardaré mi corazón (Proverbios 4:23). Lo haré, guardando la palabra de Dios en mi interior (Salmo 119:9-12).

En este día declaro que yo y mi casa serviremos al Señor (Jusué 24:15). Mi vida y mi casa serán edificadas sobre la roca de mi obediencia a los mandamientos del Señor (Mateo 7:24-27; Deuteronomio 6:1-9). Aunque vengan tormentas y problemas, nuestra casa no caerá; sino que prosperará. Te doy gracias, oh Dios, y te alabo, porque por la sangre de Jesús has sellado un nuevo pacto: El de escribir estas leyes en nuestros mentes y grabarlas en nuestro corazón (Hebreos 8:8-12). Me propongo cumplir estos diez mandamientos, no por mis propias fuerzas, sino con la ayuda del Espíritu de Dios (Zacarías 4:6), quien produce en mí los frutos maravillosos de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; sabiendo que esta es la ley más alta de todas (Gálatas 5:22-23; 1 Corintios 13). ¡Gracias por llenarme de tu Santo Espíritu, a mí y a mi familia, para que juntos experimentemos un maravilloso ambiente de gracia y verdad y podamos reflejar en nuestro hogar la gloria de nuestro amado Señor Jesucristo! (Juan 1:14). En su nombre nos proponemos ser una familia modelo, para que familias enteras conozcan la salvación en Cristo! (Hechos 16:31).